Según los datos ofrecidos por Vitaldent, solo el 60% de los niños españoles se cepillan los dientes tres veces al día.
En este sentido, los expertos recomiendan que los niños, desde muy pequeños, deben adquirir el hábito de cepillarse los dientes, después cada comida y sobre todo antes de irse a dormir. El cepillado debe durar al menos dos minutos y el cepillo debe cambiarse cada tres meses. Además, los cepillos y las pastas dentífricas que se usen deben ser adecuados a la edad del niño.
En clase hemos comentado cómo hay que lavarse los dientes, cuántas veces y cómo cuidar el cepillo, después del lavado de los dientes. Aprovechen para ir haciendo el hábito y que no digan "no me los lavé porque no me dio tiempo, se me hacia tarde para el cole"
Les he contado el cuento del "ratón Peréz", que paso a continuación, para que ustedes lo recuerden con su hijo/a y una canción que también habla de él.
El ratoncito Pérez, una leyenda tradicional para los niños
Pepito Pérez era un pequeño ratoncito de ciudad.
Vivía con su familia en un agujerito de la pared de
un edificio. El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no les
faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches él y su padre
iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer.
Un día Pepito escuchó un gran alboroto
en el piso de arriba. Y como ratón curioso que era trepó y
trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta.
Allí vió un montón de aparatos,
sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar allí. Al
día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió
algo que le gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica
dental.
A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacía el
doctor José Mª. Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía
en una pequeña libreta de cartón.
Después practicaba con su familia lo que
sabía. A su madre le limpió muy bien los dientes, a su hermanita le
curó un dolor de muelas con un poquito de medicina...
Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso. Venían ratones de
todas partes para que los curara.
Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad
con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos...Todos
querían que el ratoncito Pérez les arreglara la boca.
Pero entonces empezaron a venir
ratones ancianos con un problema más grande. No
tenían dientes y querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que no
podían comer desde que eran jóvenes.
El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones que
confiaban en él. Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica
dental a mirar. Allí vió cómo el doctor José Mª le ponía unos dientes
estupendos a un anciano.
Esos dientes no eran de personas, los
hacían en una gran fábrica para los dentistas. Pero esos
dientes, eran enormes y no le servían a él para nada. Entonces, cuando ya se
iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la clínica un niño
con su mamá.
El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le
saliera rápido el diente fuerte y grande. El doctor se lo quitó y se lo dió de
recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución:
-"Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente"-, pensó.
Lo siguió por toda la ciudad y cuando por fin llegó a la casa, se encontró
con un enorme gato y no pudo entrar. El ratoncito Pérez se esperó a que todos
se durmieran y entonces entró a la habitación del niño.
El niño se había dormido mirando y
mirando su diente, y lo había puesto debajo de su almohada. Al pobre ratoncito
Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al fin lo encontró y le dejó al
niño un bonito regalo. A la mañana siguiente el niño vió el
regalo y se puso contentísimo y se lo contó a todos sus amigos del colegio.
Y a partir de ese día, todos los niños
dejan sus dientes de leche debajo de la almohada. Y el ratoncito Pérez
los recoge y les deja a cambio un bonito regalo. Y colorín colorado este cuento
se ha acabado.
Extraído de: conmishijos.com
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